Moto: las carreteras de montaña y sus peligros

Abundancia de curvas y carreteras poco concurridas: la montaña es el terreno de juego ideal para los aficionados a los grandes espacios y los trazados que obligan a cambiar de trayectoria continuamente. Con todo, hay que tener presente sus numerosos peligros…
Moto: las carreteras de montaña y sus peligros
©E. Dautant/hemis.fr

Una trampa meteorológica

Las condiciones climáticas en alta montaña pueden ser sumamente cambiantes. Salir desde una llanura con el sol pegando fuerte no nos garantiza que al subir unos cientos de metros no tiritemos de frío: llevar ropa abrigada y de lluvia es imprescindible, llevar un equipamiento completo de recambio no está de más.

Con unas condiciones climáticas que cambian de forma tan repentina como brusca, la visibilidad puede verse gravemente alterada en cuestión de segundos, en ocasiones de un valle a otro, en otras incluso al salir de una curva. Estos cambios de adherencia requieren incrementar la atención, no solo cuando circulamos bajo el temporal, también cuando este acaba de pasar. Además de los charcos y de tramos de asfalto tan lisos que mojados resbalan como el hielo, el viento ha podido dejar la carretera salpicada de restos y residuos.

Hojarasca, ramas de árboles y rastrojos se acumulan en los mismos sitios por efecto de los remolinos. Corrientes de agua desbordadas por las fuertes lluvias pueden inundar parte de la calzada o incluso atravesarla. Todo ello sin mencionar los riesgos de desprendimiento, advertidos por señales válidas en cualquier época del año. Si ves redes de protección sobre las rocas o las paredes, piensa que existe un importante riesgo de desprendimiento, sobre todo en caso de mal tiempo.

Consulta los diferentes servicios meteorológicos antes de salir: solo así estarás al día de las últimas previsiones.

Infraestructuras por lo general menos seguras

Las carreteras de montaña no siempre disfrutan de las mejores condiciones de seguridad. El aislamiento agrava las consecuencias en caso de accidente y dificulta la llegada de los primeros auxilios.

Otra particularidad de las carreteras de montaña: el revestimiento suele reservar sorpresas. Al acabar el invierno, el asfalto puede haber quedado gravemente dañado por el hielo y el frío intenso. Sus efectos devastadores (firme cuarteado, hundimientos y baches) pueden alargarse hasta el verano, época que aprovechan los responsables de la conservación de carreteras para emprender las reparaciones, con la consabida presencia de apisonadoras y montones de grava.

Estate preparado para cruzarte con un camión, un autobús, una caravana, un tractor o un animal incluso en la más remota de las carreteras. Al entrar en una curva a ciegas deberás tener en cuenta esta amenaza permanente y trazar un punto de cuerda lo más retrasado posible con el fin de obtener la mejor visibilidad.

Entre todos estos obstáculos imprevisibles destacan los animales salvajes y sobre todo el ganado que, como todo el mundo sabe, suele desplazarse en rebaño. Incrementa pues la prudencia si ves ganado y desconfía más aún si detectas la presencia de crías, cuyo comportamiento es, si cabe, más imprevisible. En cualquier caso, disminuye considerablemente la velocidad y espera a que hayan dejado la vía libre antes de volver a pisar el acelerador. De nada sirve hacer ruido con el motor o tocar el claxon como si no hubiera un mañana. Si lo haces, la mayoría de los animales se asustará, otros quizá te embistan y otros saldrán despavoridos y se desperdigarán, incluido por la calzada…

Curvas peligrosas

Las horquillas hay que cogerlas con sumo cuidado. En primer lugar, porque la mayoría de ellas corresponde al tipo de “curva ciega”, es decir, que la salida es imposible de ver hasta que no se llega a la mitad de la misma. A los autobuses, camiones de gran tonelaje y vehículos articulados con remolque (semirremolque, caravana, etc.) no les queda otra que ocupar todo el ancho para trazar las curvas. Antes que encontrarse cara a cara con la calandra de un autobús, más vale trazar la curva lo más despacio posible. Además, los neumáticos de este tipo de vehículo suelen patinar en las horquillas dejando un espeso y resbaladizo trazo de goma. Otro elemento a tener en cuenta en las horquillas es que su superficie suele ser cambiante: las zonas de asfalto cuarteado u ondulado son moneda corriente en las zonas de frenada y su inclinación puede modificar de forma inesperada la distancia hasta el suelo (caballete o colector que roza con el suelo).

En las horquillas, más que en cualquier otro tipo de trayectoria, hay que entrar muy desde fuera y girar la cabeza al máximo para ver la salida de la curva. Esto nos dará margen suficiente en caso de que venga otro vehículo de frente.
Es conveniente reservar potencia suficiente para salir con fuerza de la horquilla. Para ello es imprescindible reducir una marcha, incluso dos, al entrar en la curva y reservar un poco de gas para no tener que cambiar de velocidad en medio de la horquilla.

Este tipo de curva se prepara con cuidado y antelación, preparándose a una fuerte desaceleración y verificando por adelantado hasta qué punto es posible ensanchar la trazada al entrar en la horquilla.

Los descensos pueden parecer cosa sencilla, sin embargo, son la parte más peligrosa. Ante todo, ten presente la mayor distancia de frenada, consecuencia del peso y de la menor adherencia. Ello sin olvidar la merma de eficacia de los frenos, provocada por el calentamiento que produce el haber rodado kilómetros y kilómetros. Las bajadas permiten ver a lo lejos: aprovecha para estudiar la carretera y saber lo que te va a deparar por adelantado.