Rutas de tesoros infinitos
Francia, de Dunkerque a Montpellier y de Brest a Estrasburgo, es un país acogedor y con una rica oferta cultural. Sus paisajes cambian en cada curva y cobijan innumerables tesoros: ciudades medievales y pueblos encaramados, castillos románticos y palacios majestuosos, viñedos minúsculos o que se extienden como reinos, vestigios prehistóricos y arquitectura vanguardista, museos famosos o confidenciales.
Por supuesto, la lista de visitas obligadas es larga: los castillos del Loira y de Versalles, Mont-Saint-Michel, el Palacio de los Papas de Aviñón, el litoral de la Bretaña, la ruta de los vinos de Alsacia, las catedrales góticas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, París y su Torre Eiffel, Marsella y su Vieux Port… Pero imagine la alegría de descubrir, en una de sus salidas, la capilla de Le Puy-en-Velay encaramada a una chimenea volcánica o una cascada secreta en las montañas del Jura. Este es el placer supremo: abandonar las rutas turísticas y tomar carreteras secundarias para descubrir rincones tranquilos y lugares insólitos.
El arte de vivir à la française
Francia destaca por su patrimonio cultural y natural y también por sus arraigadas tradiciones. iPor todo el país, participe en las fiestas que llenan de vida a los pueblos, conozca a los artesanos que perpetúan el saber hacer y, sobre todo, ¡disfrute de una buena mesa! Si Francia posee una de las mejores cocinas del mundo, en parte es gracias a su clima y geografía. Desde sus copiosos platos de nata líquida y mantequilla a la cocina más soleada de aceite de oliva y limón, nunca antes un país había reunido tanta variedad en un territorio tan pequeño. Prueba de ello son sus cerca de 1200 quesos, auténticos tesoros nacionales, repartidos entre las montañas de Saboya, Auvernia, los Vosgos y los Pirineos, diseminados a lo largo de tres mares y el océano Atlántico, del País Vasco a la Gironda, de Bretaña a Normandía, de la Costa Azul a la salvaje Córcega. Tierras preservadas para recorrer de ruta en ruta, lejos de todo, escuchando el sonido del viento, las cigarras o los pájaros. La felicidad à la française…