Esta imponente misión californiana fundada en 1804 se sitúa en el extremo oriental de Solvang, en el bucólico valle vinícola de Santa Ynez Valley. Hoy, en el patio primitivo no queda más que la iglesia, una parte del convento y los jardines. Miembros de esta activa parroquia colocada bajo la advocación de la santa mártir del s. IV están restaurando el lugar de acuerdo con su aspecto original. Santa Inés es el último eslabón de la cadena de misiones entre San Francisco y San Diego, sirviendo de puente entre La Purísima y Santa Bárbara. Acreditada por sus grandes manadas y su magnífico trabajo del cuero y la plata, esta aislada misión prosperó hasta 1824. Un grabado de un teatro romano inspiró quizá la pintura en trompe-l'oeil del fondo de la iglesia, con paneles de falso mármol que parecen encastrados y separados por columnas jónicas. La hornacina por encima del altar alberga el original de la imagen de santa Inés, de madera policromada, tallada en Méjico a principios del s. XVII. Las paredes laterales están decoradas con un Ecce Homo obra de un pintor peruano del s. XVII y las Estaciones de la Cruz (s. XVIII), inspiradas de grabados sobre madera italianos.