La ninfa Aretusa estaba cansada de Alfeo, demasiado atrevido para su gusto. Artemisa quiso ayudarla haciéndola huir por una vía subterránea hasta Ortigia, donde se metamorfoseó en manantial. Pero ni aun así halló la paz, ya que el astuto Alfeo se convirtió en río subterráneo, llegó a su vez a Ortigia y mezcló sus aguas con las de la ninfa. Los griegos por su parte aprovecharon el manantial para establecerse en este lugar donde gansos y patos chapotean hoy alegremente.