Atravesando la iglesia de San Sebastián se llega hasta la tumba de Paracelso, uno de los más grandes científicos del Renacimiento. Junto a la iglesia se encuentra un cementerio sombrío, creado en 1600 a la manera de un camposanto italiano, es decir, cerrado por unas galerías porticadas que le dan un aspecto de claustro tranquilo y sereno. En el centro se alza el mausoleo de Wolf Dietrich, cuyo interior está cubierto de cerámicas multicolores. Junto al paseo central, se ven las tumbas del padre y de la madre de Mozart.