Este edificio, uno de los palacios más bellos de Roma y hoy sede de la embajada de Francia en Italia, fue acabado por Miguel Ángel en 1546 por voluntad del cardenal Alejandro Farnesio, elegido papa en 1534. La fachada, de delicados colores, debe su aparente sencillez a la ausencia de pilastras y a la limpieza de líneas del entablamento que la corona. El patio interior es un modelo de elegancia renacentista. Entre los tesoros que decoran el interior destacan los magníficos frescos (1595-1603) de los hermanos Carracci.