La soledad y el silencio permiten apreciar el encanto de esta armoniosa plazoleta presidida por un venerable árbol y con vistas al mar (unas escaleras permiten acceder a la playa que hay abajo). A la plaza se asoma la iglesia de Santa Justina (Sv. Justine), del s. XVI, que alberga una colección de arte sacro y un relicario con el cráneo de san Cristóbal, patrón de la ciudad.