Fue Federico II de Hohenstaufen quien, en 1248, mandó construir este poderoso castillo para reforzar las posiciones de los gibelinos en Toscana y establecer una plaza fuerte en la ruta que unía las dos partes del territorio sobre el que reinaba: el Imperio Germánico y el reino de Sicilia. El edificio está rematado por los merlones bífidos gibelinos. El castillo, muy remodelado en el s. XVIII, fue restaurado en varias ocasiones durante el s. XX.