La calle Zora, en realidad una estrecha escalera, asciende por la Džambaz Tepe (la "colina de los Acróbatas") salvando una pendiente rocosa y escarpada. En ella se suceden algunos edificios de interés, como la escuela "Marazlijata" (s. XIX), y una serie de casitas bajas de principios del mismo siglo. Al final de la calle se levanta la minúscula iglesia de Santa Parascheva, que, como surgida de un peñasco, forma junto con su campanario una de las vistas emblemáticas de la ciudad. Este templo, conocido con cariño como "iglesia vieja " (1830), custodia bonitos techos de madera.