A principios del s. XIV el gran claustro cuadrado del Campo Santo servía de cementerio. Sus cuatro galerías estaban cubiertas por aquel entonces con un tejado. Una serie de nichos se suceden por tres de sus lados, incrustados en muros de cantos rodados y ladrillo. En ellos eran inhumadas las familias pudientes (blasones grabados en la piedra). En la parte central, un osario recibía los cuerpos de los menos acaudalados. Es uno de los pocos cementerios medievales que subsisten en Francia.