El Louvre fue durante ocho siglos la residencia de reyes y emperadores. Las sucesivas ampliaciones lo han convertido en el palacio más grande del mundo, junto al del Vaticano. Aunque su fama universal la consiguió como museo, que encierra obras maestras de incalculable valor como son La Gioconda o la Venus de Milo. En lo que respecta el futuro, el Louvre sigue creciendo -anexo en Lens, acuerdo de cooperación con el Museo Universal de Abu Dabi- y evolucionando. No deja de idear nuevas formas de ver y entender el arte, construyendo pasarelas entre pasado y presente, contemplación y acción.