En 1422, Carlos VII regalaba la propiedad de La Verrerie a John Stuart en agradecimiento a los servicios prestados. En 1672, volvía a ser propiedad de la corona y, un año más tarde, Luis XIV la donaba a la duquesa de Portsmouth, favorita de Carlos II de Inglaterra. Esta residencia aislada en un frondoso parque a orillas de un lago es de cuento de hadas. Sucumbiendo a su encanto, Alain-Fournier se inspiró en ella para la fiesta de su novela El gran Meaulnes. Hoy, el visitante puede prolongar ese momento de magia durmiendo en una de las habitaciones del palacio.