Delimitado por el Puerto Viejo y las calles Saint-Jacques, Berri y McGill, el casco histórico de Montreal estuvo en su momento protegido por unas imponentes murallas de piedra erigidas a principios del s. XVIII. Tras un periodo de abandono, a partir de 1960 empezó a rehabilitarse y sus almacenes fueron transformados en viviendas. Hoy es un barrio muy agradable que atrae sobre todo a los turistas.