Joya del barroco austriaco, la abadía de Melk, construida a principios del s. XVIII, se yergue orgullosa sobre una colina junto al Danubio. El contraste de colores, los primorosos detalles y las inesperadas perspectivas fruto de las exigencias de un terreno trapezoidal convierten a esta abadía en una auténtica obra maestra que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Rodeada por los edificios abaciales, la iglesia domina todo el conjunto con las torres simétricas de su fachada oeste y su cúpula octogonal de 65 m de altura.