El refectorio está inundando por una bella luz que, es evidente, no puede provenir únicamente de los dos vanos abiertos en la pared del fondo. Si avanzamos un poco, descubriremos el artificio empleado por el arquitecto: unas aberturas muy estrechas y altas, localizadas en el fondo de los vanos. De este modo permiten que entre la luz en la sala sin debilitar la muralla que debe soportar la fuerte presión de la armazón del techo. La bóveda que corona la sala ofrece una estupenda acústica.