La antigua aldea de Ortaköy, atrapada entre el Bósforo y la circunvalación litoral, se ha convertido en un barrio más de Estambul, aunque conserva, eso sí, el innegable encanto que desprende su dédalo de calles peatonales de coloridas casas. Tras admirar las armoniosas líneas de la pequeña mezquita (s. XIX), aproveche para tomar un té o sentarse en un restaurante de pescado. Al caer la noche, la juventud dorada se da cita en sus bares y clubs, mientras que el simpático mercadillo de los domingos atrae a cantidad de público.