La belleza de esta catedral declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco reside en su gran homogeneidad. La mayor parte del edificio se levantó durante un corto periodo (1095-1133) y ni los añadidos posteriores ni las sucesivas restauraciones han conseguido alterar la armonía. Su silueta domina la plaza del Palacio, los edificios universitarios que la enmarcan y el castillo. La solemne majestuosidad de la nave se ve realzada por las dos torres occidentales del s. XIII, la torre central (66 m) del s. XV y, al este, por los arbotantes que sirven de contrafuertes a la capilla de los Nueve Altares.