La Vila de Gràcia, ciudad obrera independiente de Barcelona hasta 1897 y uno de los primeros barrios en abrazar la República, defiende celosamente su identidad catalana y su espíritu libertario. Las esteladas que adornan muchos de sus balcones y los grafitis que cubren sus paredes son prueba de ello. Muy agradable es la atmósfera íntima, casi de pueblo, que se respira en sus estrechas calles, sus animadas placitas y en sus terrazas, en las que tomar una copa viendo jugar a los niños.