En la carretera de los fiordos orientales y al norte de una aldea vikinga cuando menos incongruente con un entorno natural tan bello, el majestuoso Vestrahorn alza sus colores y relieves haciendo pensar en Nueva Zelanda. La húmeda extensión que lo precede es muy apreciada por los fotógrafos: los reflejos de la montaña en la arena autorizan todo tipo de tentativa artística. El Vatnajökull se levanta al este y los verdes brezales rodeados de pequeñas dunas de arena negra encienden la imaginación.