El elegante suburbio de Clifton, uno de los barrios de Bristol, creció a principios de la década de 1790 sobre los cerros que se alzan por encima de la garganta del Avon. Una bancarrota en serie sin embargo, puso fin a la fiebre constructora. Alrededor de 1810, el movimiento retoma, adoptando un estilo griego más marcado. Es entonces cuando aparecen encantadores crescents, placitas y terraces, generosamente salpicados de vegetación.