Pese a su excelente reputación, este restaurante cantonés ha sabido no dormirse en sus laureles y sus entregados cocineros siguen superándose una y otra vez. Este fue uno de los primeros establecimientos en ofrecer dim sum a la carta (en vez de en carritos), por lo que las piezas llegan calientes y recién salidas de la vaporera. Es imposible equivocarse, ya que son todos a cuál más inventivo y con unos sabores y unas texturas asombrosos. Las bandejas causan furor por la noche, incluida la de cerdo agridulce sublimado por las expertas manos de esta cocina de toda confianza.
Cualquier pescado es una apuesta segura, pero no se pierda el bollo de huevo centenario con la yema deliciosamente líquida. Es fácil ver a familias enteras devorando rollos de fideos de arroz al vapor con trozos de melón amargo y pastelitos de durián fritos dejando chorrear su tibio relleno de fruta.
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