La pequeña vid que adorna la entrada, las botellas expuestas en la sala y una bodega con casi 500 etiquetas demuestran la seriedad de las intenciones enológicas de este coqueto restaurante. No se queda atrás la cocina: su buena y tentadora carta, con algún que otro plato cocinado en un horno de carbón de encina calabresa, tiene un amplio y merecido éxito.
- Los inspectores de la Guía MICHELIN