Una comida en el Vespertine es como un tripi desconcertante y fuera de lo común. El chef Jordan Kahn nos brinda su singular visión dando vida a una cocina que transporta al comensal a través de un viaje sensorial y futurista. Si esto no bastara para evocar una multitud de imágenes, su banda sonora de inspiración monástica hará el resto… El resultado es una experiencia única que empieza en la terraza de la azotea, donde se obsequia a los clientes con un cóctel de bienvenida y unos canapés, y sigue en el austero comedor de la planta inferior: una línea narrativa en la que el personal, muy profesional, juega un papel fundamental.
El chef no olvida sus comienzos en The French Laundry o Alinea, y se vale de ellos para construir algo totalmente insólito. Sus incondicionales contienen el aliento a la espera de una comida extremadamente conceptual que puede durar horas y no ser apta para todos los públicos. Los platos, eso sí, son alucinantes e inolvidables: vieira de Hokkaido en caldo de yuzu o alfonsino a la parrilla con piel crujiente, buganvilla en conserva y salsa de fresa ácida.
Después de saborear postres tan innovadores como la crema de pepino con granizado de hoja de secuoya o una sorprendente esfera de guisantes dulces, kiwi y pícea, podrá pasar al jardín para recrearse con unas deliciosas mignardises.
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