Este coqueto restaurante de tinte creativo, frente al siempre concurrido parque del Salón, se ha reestructurado para ofrecernos su menú degustación en el comedor interior (solo al mediodía) y el servicio a la carta, más informal y con opciones de picoteo, en la bonita terraza acristalada de la calle (la llaman el Invernadero). La propuesta es muy personal, pues el chef intenta conciliar los sabores asiáticos e hispanoamericanos con los propios de la tradición culinaria castellana, de una manera divertida y bastante equilibrada. ¿Recomendaciones? Prueba su Oreja crujiente con humus y salsa especiada o el curioso Papadum de presa ibérica.