Símbolo de perfección clásica, el mayor palacio del mundo estuvo, desde finales del s. XVII hasta la Revolución, permanentemente en obras, imagen fastuosa de una época de intensa creación y símbolo de todas las excentricidades del poder real de Luis XIV a Luis XVI. Milagrosamente preservado de los estragos del tiempo, el palacio y el conjunto del dominio van recuperando progresivamente todo su esplendor de antaño gracias a una magnífica labor de restauración.