De todos los valles de los Écrins, hay uno más profundo que, siguiendo el curso de un torrente de aguas cristalinas, se adentra hasta el corazón del macizo. Se trata del valle del Séveraisse, que los alpinistas remontan para conquistar Les Bans, el Olan y otros míticos "tres mil", auténticas fortalezas pétreas himalayas. Todo es tan agreste que la presencia del hombre en los pasturajes de Prentic o las pequeñas aldeas olvidadas resulta casi conmovedora.