Mileto fue, cuando las olas aún rompían contra sus murallas, una de las ciudades más poderosas de Asia Menor. Innovadora en el plano intelectual, la ciudad fue construida siguiendo una planta octogonal que siglos más tarde habría de inspirar a los romanos. Encaramada a un promontorio que hoy aflora de la llanura del Meandro, Mileto destaca ante todo por su teatro (s. IV a.C.), que se despliega a modo de abanico y el cual podía acoger a unas 25.000 personas. Termas y templos se suceden a lo largo del paseo, que se hace más bucólico al llegar al Delphinion, santuario dedicado al Apolo de Delfos.