Imagínese un pedrusco accidentado, lejos de tierra firme, mal comunicado y olvidado por el turismo de masa: pues eso es Lastovo, un minúsculo paraíso para buceadores empedernidos y senderistas contemplativos. Al igual que el resto del archipiélago al que pertenece, protegido como parque natural desde 2006, la isla posee especies marinas y terrestres poco comunes, así como una flora preservada. No hay muchas playas, pero cuenta con frondosos bosques, numerosas calas, una costa espectacular llena de recovecos y no menos de 200 km de senderos señalizados.