Entre Ihlara y Selime, el río Melendiz ha formado un largo cañón por el que discurre en medio de la vegetación. Aguas turbulentas y cristalinas, paredes vertiginosas en las que la erosión ha esculpido elegantes drapeados de colores cambiantes: este paraje espectacular y aislado sirvió además de refugio a los cristianos expulsados por los árabes en 636 de Siria y de Palestina. Cavaron en la roca, como los ermitaños que les precedieron, sus viviendas y conmovedoras iglesias rupestres pintadas, con influencias orientales o coptas.