Manantiales de agua caliente saturada de cal han modelado un extraño paisaje: el "castillo de algodón". Las pozas se imbrican y se superponen a cielo abierto, cayendo en cascada por un acantilado festoneadas de estalactitas de una blancura deslumbrante... Pura magia. Pamukkale era ya en tiempos de los romanos un balneario renombrado, llamado por aquel entonces Hierápolis. De él nos han llegado las ruinas de las termas y algún monumento griego. La visita de este lugar declarado Patrimonio Mundial por la Unesco sigue reglas muy estrictas.