Este fuerte aferrado al borde de una escarpa y compuesto por tres recintos es uno de los más bellos del país. Edificado aparentemente en la Edad del Hierro y ocupado hasta el s. IX, sus ruinas románicas demuestran la existencia de intercambios más allá de los mares y portan las huellas de sus antiguos ocupantes, que vivían de la ganadería.