Aislada en un entorno boscoso, la excepcional cueva del Pech-Merle tiene la peculiaridad de ser particularmente rica tanto en pinturas parietales como en concreciones naturales. En un maravilloso marco de estalactitas, macarrones y perlas de las cavernas, el visitante descubre obras realizadas por el hombre hace hasta 30.000 años: bisontes y mamuts dibujados con trazo negro, cabeza de oso grabada en la piedra, siluetas de caballos y "manos en negativo" forman uno de los mejores conjuntos de arte parietal del mundo.