En medio de un prado digno de un jardín inglés, el único chedi de arenisca de este templo (s. XI) parece bastante solitario sobre su amplia terraza cruciforme, rodeada de cuatro estanques. Se piensa que había más edificios previstos, pero que, por una razón desconocida, nunca fueron construidos. La decoración del prang, extremadamente refinada, justifica por sí sola la visita: fíjese sobre todo en los dinteles y frontones primorosamente trabajados que coronan la entrada y las tres puertas falsas.