La opinión de la Guía Michelin
Las limosas aguas del Athabasca se precipitan por un escalón de cuarcita introduciéndose en un desfiladero cuyas paredes se han vuelto completamente lisas gracias a la acción de un flujo constante. En la retaguardia surgen las rocas silícicas más bien rojizas del monte Kerkeslin, que por su aspecto estratificado recuerdan a las que se encuentran en las inmediaciones de las cataratas.