Cinco importantes exponentes del patrimonio morisco en Andalucía

La mezquita de Córdoba, fundada por Abderramán I en el siglo VIII, supone un hito en la historia de la arquitectura islámica en Occidente. A este magnífico edificio se entra por el Patio de los Naranjos, donde la sombra de los árboles y el agua de las acequias que lo atraviesan forman un agradable y fresco remanso. Nada más entrar nos encontramos con la sala de oración con 850 columnas de mármol, granito o jaspe unidas por dos pisos de arcos rojos y blancos. Para ganar altura sin reducir el volumen entre los soportes, los arquitectos superpusieron dos arcadas. s.

Una proeza técnica nunca vista que se ha convertido en lo más característico y famoso de este monumento. Con perfecta simetría, los pilares guían la vista hacia el centro, donde se alza la nave barroca, añadida en el siglo XVI y coronada por una cúpula de inspiración bizantina. Alrededor, el recinto de planta rectangular, el patio de las abluciones, la sala de las columnas y el minarete perpetúan los códigos de las grandes mezquitas árabe

La Alcazaba se alza en lo alto de un cerro que domina el golfo de Almería y el Mediterráneo, en el extremo más oriental de Andalucía. Esta fortaleza que fue fundada por Abderramán III en el siglo X cuenta con tres recintos amurallados sucesivos; en el primero se conservan los elementos más antiguos: murallas almenadas, torres de vigía, cisternas, hamman y los vestigios de la mezquita palaciega. Sus jardines, articulados por paseos y salpicados de estanques, muestran la misma ordenada organización de las medinas andaluzas, donde el agua y la vegetación son elementos omnipresentes.

En la parte alta, que es la más reciente, está el cuartel militar, construido después de la Reconquista. Pero donde mejor se aprecia la fusión entre estrategia defensiva y estética islámica es en los jardines de los Caminos de Ronda (Jardines de los Adarves), donde hay un mirador y largos paseos que parecen dibujados con tiralíneas. Si miramos al sur, los tejados planos de la antigua medina parecen fundirse con las áridas montañas que los rodean.

En Sevilla, la Giralda se alza por encima de la catedral como un enorme recordatorio de al-Ándalus. Construido por los almohades a finales del siglo XII, este minarete de 97 metros reposa sobre un prisma de base cuadrada que todavía conserva los grabados originales: arcos murales, entramados de ladrillos entrelazados y ventanas geminadas.

En su interior no hay escaleras sino rampas, tan anchas que podían subirse a caballo. El cuerpo superior es un campanario coronado por un giraldillo de bronce, que se añadió en el siglo XVI, en época cristiana, sin alterar el resto del monumento. Desde lo alto se contempla toda la ciudad y los antiguos palacios moriscos del barrio de Santa Cruz.

En la zona este de Andalucía, la Alhambra se alza como una auténtica ciudad con Granada a sus pies. Construida en tiempos de la dinastía nazarí en el siglo XIII, ejemplifica todos los principios arquitectónicos de la arquitectura islámica andaluza. En su interior nos encontramos con una sucesión de patios rodeados de columnas, salones decorados con estucos y estanques de límpidas aguas . Los frisos y las bóvedas están adornados con inscripciones en caligrafía árabe que reproducen versos del Corán y alabanzas a Alá.

Una de las partes más famosas es el Patio de los Leones, en cuyo centro hay una fuente que reposa sobre doce leones de mármol que ilustra el atrevimiento técnico de los artesanos nazaríes. A su alrededor hay esbeltas columnas rematadas por arcos polilobulados entre los que se filtra la luz. Un poco más allá, el Generalife ilustra los principios del típico jardín arábigo-andaluz: terrazas con vegetación, canales, escaleras de agua y la sombra de los cipreses para crear un ambiente fresco.

A los pies de la ciudad vieja de Ronda, en el barrio de Arroyo de las Culebras, se encuentran los baños árabes el recinto termal de la época musulmana mejor conservado de España. Construidos a finales del siglo XIII, siguen el esquema clásico del hamman con sus tres salas: de agua fría, templada y caliente, procedente de una red de canalizaciones calentadas por suelo radiante.

Un hilo de luz atraviesa los orificios en forma de estrella tallados en las bóvedas y que antiguamente servían para evacuar el vapor. Sus paredes de ladrillo y los arcos de herradura están recubiertos por la pátina del tiempo y el paso de generaciones de bañistas a lo largo de los siglos. Paseando junto al río vecino llegamos hasta el antiguo molino de agua, vestigio del sistema de abastecimiento de agua de los baños. Un testigo vivo del modo de vida morisco.