Este pequeño local escondido en una discreta calle no lejos de la Casa de los Curtidores es una especie de utopía: la que reúne el talento del chef Tristan Weinling –mitad alsaciano, mitad reunionés– con el cálido trato de la franco-suiza Camille Besson. En la mesa, una cocina creativa y viajera que saca el mejor partido de los productos locales.
- Los inspectores de la Guía MICHELIN