Bruno Doucet reincide una vez más en el bello marco de un hotel de lujo escondido en el barrio de las embajadas y cuya terraza, adornada con jazmines y una pared de espejo, causa maravilla. Entre los clásicos de la casa: la terrina de bienvenida, el risotto cremoso a la tinta de sepia, el abadejo media sal asado sobre su piel con verduras al aceite de oliva o el delicioso arroz con leche a la vainilla de la abuela. Puro goce.
- Los inspectores de la Guía MICHELIN