Su nombre puede leerse en una elegante caligrafía dorada sobre los ladrillos rojos del edificio de esquina que lo alberga, sentando así las bases de un restaurante que se describe a sí mismo como una “parrilla moderna”. La sala es de estilo intemporal, forrada con paneles de madera, vestida con gruesos manteles blancos y lámparas de techo redondas de color oscuro que emiten una luz favorecedora. A un lado hay una cómoda barra y una gran mesa semiprivada para grupos.
En la apetitosa carta destacan los entrantes centrados en los ingredientes, los platos de carne y la larga lista de especialidades del día. Pero su cocina se basa en los sabores globales y la creatividad, así que incluye recetas tan inspiradas como la chuleta de cerdo en barbacoa china o el pollo jidori a la hierba limón, además de los clásicos chuletones a la parrilla o los estofados. Las guarniciones siguen la misma línea, con un cremoso maíz o el arroz frito en grasa de pato.
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